Ramales de la Victoria es uno de los pórticos de entrada a Rutas Culturales de España. En este recogido pueblo cántabro confluyen dos de nuestras rutas: las esencias cavernarias de Caminos de Arte Rupestre y Prehistórico y los aromas renacentistas de las Rutas del Emperador Carlos V.
¿Por qué elegir entre viajar a uno u otro período histórico si se puede conocer ambos en un mismo (y encantador) sitio?
1. Breve guía de Ramales
Ramales nace en una importante encrucijada de caminos en la que coinciden los senderos que unen el mar Cantábrico con la meseta y los que conectan Bilbao con Santander. Es por ello por lo que su calle principal ejerce, a la vez, funciones de carretera. A ambas orillas de ésta se pueden conocer las principales señas de identidad del pueblo: una arquitectura a medio camino entre el mar y la montaña, caracterizada por miradores de madera y cristal, y casonas de piedra noble. También, por aquí y por allá, dispersas por todo el municipio, hay un inusitado número de palmeras que indican que la casa a la que regalan su sombra, muy probablemente, perteneció a un vecino que marchó a América, amasó una pequeña fortuna y, al regresar a su tierra, levantó una casa (‘de indiano’ se llaman) y plantó este árbol tropical en recuerdo de su periplo.
2. Lo que no hay que perderse en Ramales
Ninguna de estas casas logra hacer sombra al gran hito monumental de la localidad, el Palacio de Revillagigedo, con orígenes en el siglo XVI, reconstruido bajo la moda barroca y casi destruido durante las contiendas carlistas del siglo XIX. El edificio no pasa su mejor momento pero todavía es posible deleitarse con piedra noble de sus torreones y sus grandes blasones. El otro atractivo patrimonial de Ramales se esconde en el interior de la iglesia de San Pedro: un (muy) recargado y (muy) ostentoso retablo churrigueresco del siglo XVIII, que bien merece la visita.
3. Por aquí pasó el Emperador Carlos V
Ramales sabe algo (en realidad, bastante) de sucesos históricos. El apellido ‘de la Victoria’ le viene porque aquí se libró una importante batalla durante las guerras carlistas, en el siglo XIX, en la que vencieron las tropas liberales de Espartero. Cuatro siglos antes de aquello, por este mismo Camino Real pasó el emperador Carlos V tras desembarcar en Laredo. Esta dato tiene su importancia porque Carlos V gobernó España desde Flandes por lo que no pisó muchos pueblos hispánicos (y los que pisó están listados en las Rutas del Emperador Carlos V). El monarca no estaba en su mejor momento pues marchaba rumbo Extremadura para su jubilación. Muchos, muchos más, siglos antes de todo lo comentado, Ramales acogió a una de las comunidades artísticas más importantes del Viejo Continente: ocurrió en la prehistoria pero de ello hablaremos en el párrafo siguiente…
4. Las ciervas rojas de la Prehistoria
Viajemos unos 20.000 años hacia el pasado, cuando los hombres primitivos dejan constancia de su arte en la cueva de Covalanas, al abrigo de uno de los macizos que protegen el pueblo, el monte Pando. Nos encontramos ante la que fue la segunda cueva de arte paleolítico descubierta en España tras Altamira y una de las más fascinantes, no sólo por lo que esconde sino por cómo se desarrolla la visita. A oscuras, sólo ayudados por la luz de unas linternas y contemplando las obras rupestres –caballos en relieve, sus famosas ciervas rojas…- a escasos centímetros, la visita a Covalanas es una experiencia única, reveladora y tremendamente instructiva. Por cierto, la cueva de Covalanas es una de las paradas obligatorias de la ruta Caminos de Arte Rupestre Prehistórico.
5. Cullalvera, la cueva espectáculo
Algo parecido (pero muy diferente) ocurre con la cueva de Cullavera, situada a apenas medio kilómetro de Ramales y oculta por un bosque a los pies del monte Pando. Las visitas a ésta no entrañan dificultad pues está perfectamente acondicionada para recibir visitas. De Cullalvera sorprenden (mucho) sus dimensiones y lo poco que hay que caminar para que la gruta abrume: la cavidad cuenta con una entrada de 40 metros de altura y 30 de ancho. En el interior, las medidas no se domestican y la cueva se convierte en un inmenso túnel facturado por la naturaleza con la ayuda de la acción del agua y el paso del tiempo. Su tamaño y secretismo no pasó desapercibido durante la Guerra Civil, cuando la gruta fue utilizada como refugio de camiones y milicianos, a salvo de ataques y bombardeos. Su gran recibidor se reduce a medida que uno se adentra en sus entrañas por lo que no es posible conocer de primera mano las pinturas rupestres que nuestros antepasados plasmaron (escondieron más bien) en el interior.
6. Las cascadas que vio un emperador
Recordamos de nuevo a Carlos V, sí, el emperador de aquel imperio que, de tan inmenso que era, jamás se ponía el sol. Porque Carlos V llegó a Ramales por el norte y marchó por el sur, rumbo al alto de la Hoz y el portillo de la Sía, las dos grandes paredes que separan Cantabria de Burgos. Le recordamos porque seguiremos sus pasos en busca del nacimiento de dos ríos que nacen muy próximos (el Gándara y el Asón), separan sus caminos y se reencuentran en Ramales. Para ver el primero basta con acercarse al mirador de la Reina que hay tras pasar La Gándara en el momento adecuado del año: el invierno y la primavera, por ejemplo.
Para llegar al segundo hay que superar el Collado del Asón y bastarán un par de kilómetros de descenso por la carretera para vislumbrar, a lo lejos, la pared kárstica por la que cae la cascada del nacimiento. Se trata de una preciosa cola de caballo acuática con más de cincuenta metros de altura que, en los días soleados, parece una factoría de preciosos arco iris. A diferencia del nacedero del Gándara, el del Asón puede ser contemplado desde muy cerca, justo en el punto en el que se derraman las aguas de la cascada.
¿Sabías que cerca de Ramales de la Victoria se encuentra una de las pocas plazas de toros cuadradas del mundo? Está en Rasines, otro de los pueblos de las Rutas del Emperador Carlos V. Si quieres conocer más detalles sobre ella, viaja aquí.