Cuevas de la Cornisa Cantábrica, petroglifos de Galicia, abrigos y afloramientos rocosos de la Meseta ibérica y la cuenca mediterránea peninsular, arte megalítico y otras expresiones trogloditas… el primer Arte (rupestre) de la humanidad está abierto al conocimiento de la sociedad, a lo largo y ancho de España.

Todos nosotros somos una subespecie africana, extraña y singular dentro de nuestro orden biológico, los primates. Somos, además, apenas unos recién llegados; los primeros Humanos Anatómicamente Modernos (HAM) aparecieron hace poco más de 200.000 años y desde África se extendieron -con cierta celeridad- por todo el planeta: hace 100.000 años estábamos en Próximo Oriente, hace 60.000 llegábamos a Asia, hace 45.000 a las puertas de Europa y hace 15.000 arribamos a América. Salvo en los polos, somos capaces de sobrevivir en todas partes. No se conoce, entre los mamíferos, tal capacidad de adaptación.

Muchas son las cosas que caracterizan al único grupo de la familia de los Homínidos que ha llegado al Holoceno (el actual período geológico, que se inició con el final de la última glaciación, hace unos 10.000 años), es decir, las que nos caracterizan a todos nosotros… La capacidad de adaptación es una de ellas, nuestra elevada capacidad para desarrollar habilidades manuales (lo cual nos capacita para elaborar sofisticadas herramientas e ingenios) es otra, pero quizás sea nuestra enorme capacidad de abstracción y planificación, la más singular. Y eso no quiere decir “nuestra inteligencia”, porque inteligentes eran -aunque posiblemente de otra manera- neandertales, denisovanos, erectus, floresiensis, heidelbergensis y otras especies y subespecies humanas anteriores. Tampoco nuestro gusto por lo bello y la capacidad de capturar en nuestra mente informaciones y representar cosas, algo que también hacían neandertales y otros grupos precedentes.

Pero sin negar nada a antepasados y coetáneos pleistocenos (durante el Pleistoceno -Medio y Superior-, no menos de 5 subespecies humanas llegaron a convivir en el planeta), hay algo sorprendente en nosotros y es nuestra capacidad para lo simbólico, nuestra predisposición para dibujar, grabar, modelar… el primer síntoma de que Sapiens, el último en llegar y el que perduró al final de los tiempos glaciares era, es, especial, o al menos, diferente…

El término arte rupestre –“arte sobre roca” en sentido etimológico- se utiliza para designar las pinturas, grabados y relieves realizados sobre rocas naturales, inamovibles, por grupos humanos prehistóricos; se aplica también al arte similar realizado por tribus (grupos prehistóricos actuales) de época moderna y contemporánea. El término, como vemos, no tiene en sí mismo un valor indicativo cronológico. Culturalmente, tanto los grupos prehistóricos, como los más próximos en el tiempo a nosotros (aborígenes australianos, esquimales, bosquimanos africanos, etc.), tienen en común un nivel tecnológico similar (carencia de metalurgia, o con ésta en una fase muy elemental), y una organización social también equiparable, que puede asociarse con la denominación o “estado” de “bandas” o de “tribus”. Más importante es la constatación de estarnos refiriendo mayoritariamente a grupos de economía depredadora -cazadores y recolectores-, o en los que la caza tenía un papel económico o cultural importante (arte rupestre paleolítico), aunque también existan expresiones de arte rupestre vinculadas a la ocupación extensiva del espacio y a los orígenes de las prácticas de la trashumancia ganadera (arte rupestre neolítico y de la edad de los metales).

El arte rupestre constituye, sin duda alguna, la expresión artística de mayor duración y universalidad: la única con 40.000 años de vigencia ininterrumpida y una distribución por toda la Tierra. Algunas estimaciones cifran en cerca de 4.000 las zonas geográficas con arte rupestre en nuestro planeta. Las principales, en razón de su magnitud o singularidad, se encuentran en los desiertos de Norteamérica (sur de EE.UU. y norte de México) y diversas áreas de Brasil, Colombia y Argentina-Bolivia-Paraguay, las grandes mesetas de Asia central, entre el Caspio y China, el centro y norte de Australia, África central y del sur y, en Europa, Escandinavia y Finlandia, áreas costeras atlánticas, grandes valles del sur de Francia y norte de Italia y la Península Ibérica prácticamente en su totalidad.

La importancia y trascendencia de este patrimonio queda reflejada también en la larga lista que recoge los lugares de arte rupestre inscritos en la lista del Patrimonio Mundial, con 48 sitios/zonas rupestres incluidos en la misma (http://www.bradshawfoundation.com/rockartnetwork/unesco_world_heritage_sites_rock_art/index.php?fbclid=IwAR3y9keCiShKaSEm53qXkAKuFVlKIrRB_7pQFovI7haoMyf_ufeCvQ59AdQ ). Europa, con más de 900 áreas con concentraciones apreciables de sitios con arte rupestre, posee 9 de estas declaraciones UNESCO, siendo una de las áreas más conocidas y significativas del mundo dado que alberga más del 40% de todos los sitios -que han sido individualizados y documentados mínimamente- de arte rupestre del mundo. Sin embargo, la distribución geográfica en Europa del arte rupestre no es, en modo alguno, homogénea y existen amplias zonas vacías en la distribución de este arte prehistórico. Esto se debe a varios factores bioclimáticos y geológicos que limitaron la ocupación humana en Europa a finales del Pleistoceno y principios del Holoceno. Así, la formación de capas de hielo en el Würm IV (hace unos 30.000 a 10.000 años) redujo enormemente la posibilidad de habitar el continente y las zonas susceptibles de ser habitadas por el hombre para los grupos de cazadores-recolectores del Paleolítico Superior quedaron restringidas al sudoeste de Europa. Igualmente, a principios del Holoceno, cuando la mejora del clima permitió la repoblación del centro y el norte del continente, las poblaciones humanas en estas regiones eran claramente más pequeñas que en el sur, al menos inicialmente.

La Península Ibérica es, sin duda alguna, la región con mayor cantidad y diversidad de estilos (culturales y cronológicos) del arte rupestre de Europa. No menos de 3.000 yacimientos con manifestaciones rupestres han sido documentados solamente en España, principalmente con arte Esquemático (el arte más extendido y frecuente), Arte Levantino (con casi 900 abrigos), Arte Paleolítico (en torno a 200 cuevas y sitios al aire libre) y Macroesquemático (el arte más peculiar y escaso).

El Itinerario Cultural del Consejo de Europa Caminos de Arte Rupestre Prehistórico ( https://www.coe.int/en/web/cultural-routes/prehistoric-rock-art-trails ) ofrece en España 102 grandes destinos arqueológicos rupestres de gran interés científico, cultural, artístico y arqueológico, todos ellos abiertos al conocimiento y disfrute de la sociedad europea y mundial. Actualmente, más de 1,5 millones de visitantes acuden cada año a los enclaves donde los primeros habitantes de nuestra especie plasmaron su trascendental Arte Rupestre, un arte repleto de simbolismos relacionado con creencias espirituales e inspirado en referencias a la Naturaleza, que conformaron los primeros Paisajes Culturales de la Península Ibérica.

Estos destinos han sido articulados en 15 itinerarios regionales (y temáticos) que pueden ser disfrutados en escapadas de entre 2 y 5 días:

1. Euskadi paleolítico
2. El país de Altamira
3. Cuevas y paisajes del Oriente de Asturias
4. Nalón rupestre
5. Ruta de los Petroglifos de Pontevedra
6. Arte esquemático de la Prehistoria extremeña
7. Arte rupestre de la Meseta norte
8. El arte rupestre de la luz, del Sistema Central al río Águeda
9. Ruta de los abrigos rupestres de La Mancha
10. Ruta del Arte Rupestre andaluz
11. Ruta de los cazadores levantinos del sudeste peninsular
12. Ruta de los grandes abrigos levantinos
13. Ruta rupestre de los Parques Culturales de Aragón
14. La Rioja rupestre
15. Gran Canaria, isla rupestre

Ramón Montes Barquín (Doctor en Arqueología y Prehistoria. Coordinador del Itinerario Cultural del Consejo de Europa de Arte Rupestre Prehistórico)

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