¿Mojaría sus pies Carlos V en las aguas del Bañaero? ¿Capturarían moluscos en las playas del Urdaibai los artistas de la cueva de Santimamiñe? ¿Se asearían los hombres del Cid en las aguas del Duero a su paso por San Esteban de Gormaz? ¿Surfearían los romanos las olas de las playas de Gijón? Hemos recopilado cinco espacios por los que discurren nuestras rutas en los que es posible tomar un baño (o miles) como bien pudieron hacer nuestros personajes históricos.

Mayo es la antesala del verano y del mejor clima del año. Mayo es el mes de los espacios abiertos y los calores (todavía) moderados. Mayo es un mes de playas a media bandera y aguas (todavía) frescas. Los cinco itinerarios de Rutas Culturales de España son, ante todo, un paseo por el interior del país, por el corazón pedregoso de España pero sin renunciar al litoral, ni a las playas, ni, por supuesto, a las riberas de los ríos ni a las aguas de los pantanos.

1. Camino del Cid: Playas fluviales de San Esteban de Gormaz (Soria, Castilla y León)

Bañarse en el Duero no es, simplemente, bañarse en agua dulce. No. Es un acto más solemne, bastante más solemne. Se trata de uno de los grandes ríos de la Península Ibérica, un gigante de casi 900 kilómetros de largo (el tercero tras el Ebro y el Tajo) y el de mayor caudal: si una gota de agua cae en el occidente de la mitad norte de la península es muy probable que acabe en el Duero.

Más allá de su tamaño, el Duero también destaca por su importancia cultural, gastronómica e histórica: sus aguas forman parte del ADN de España, de su literatura, sus vinos o su dieta. El Camino del Cid (también conocido como el ‘camino de los valientes’) es el itinerario de Rutas Culturales de España que se cruza con él en más ocasiones. Una de ellas tiene lugar en San Esteban de Gormaz, afamada villa soriana  por muchas razones: por sus iglesias románicas, por su castillo, por su mención en el Cantar de Mio Cid… San Esteban nació a orillas del Duero y cuenta con dos espacios habilitados para bañarse en sus aguas, ambos junto al Sotillo, la isleta natural que pace en el mismo Duero. Uno de ellos es La Alameda, una playa mixta de arena y piedra protegida por una tupida arboleda, con zonas de descanso, mesas y barbacoas. La otra es La Rambla, otra zona, esta vez en la orilla opuesta y algo más expuesta a las corrientes (precaución, entonces, amigos bañistas), que cuenta con un par de escaleras para entrar y salir del agua.

2. Caminos de Pasión: Pantano de Vadomojón (Baena, Córdoba)

El mar más famoso del interior de Andalucía es, sin duda, el ‘mar de olivos’ que cubre gran parte del territorio.  También hay otros mares de interior, pantanos, en los que poder practicar deportes acuáticos o, simplemente, bañarse tomando las precauciones adecuadas: que no haya olas no quiere decir que no haya corrientes. El pantano de Vadomojón es uno de ellos. Está situado a una docena de kilómetros de Baena, una de las paradas del itinerario Caminos de Pasión, y sirve para controlar el caudal de los ríos Guadajoz y Guadalquivir. Sus aguas tienen un fuerte valor simbólico pues parte de ellas se utiliza para regar los olivares andaluces y, en consecuencia, para hacer posible el gozo gastronómico del aceite de oliva.

Aunque el pantano es una creación artificial (apenas tiene 35 años de existencia) se ubica en un entorno rabiosamente natural sin construcciones cercanas, ni siquiera tendidos eléctricos y con numerosos caminos que permiten su acceso o su rodeo, dato que deberían tener en cuenta los amantes del senderismo y el ciclismo. Vadomojón cuenta, también, con varios punto de acceso, un embarcadero, zona para pescadores y un merendero. En la oficina de turismo de Baena le informarán sobre cómo llegar a él y las mejores zonas de acceso.

3. Ruta Vía de la Plata: Playa de San Lorenzo (Gijón, Asturias)

Algo tendrá una playa cuando un emperador romano (aunque sea de bronce) saluda a quienes van a tomar un baño. Ocurre en Gijón, en el arenal de San Lorenzo, que es vigilada desde hace tres décadas por una reproducción de la icónica estatua de Augusto (la original se encuentra en los Museos Vaticanos), el primer emperador de Roma. A Augusto se le recuerda no porque fuera un bañista habitual en aguas gijonenses sino porque fue con él al mando con quien se puso fin a las Guerras Cántabras, quedando así toda la península en manos romanas en el año 19 a.C.

Gijón se encuentra en el extremo norte de la Ruta Vía de la Plata, esa autopista que popularizaron los romanos para unir Sevilla (en el sur) con el norte de Hispania por lo que la playa San Lorenzo (y sus otras hermanas de la ciudad) es algo único en este itinerario que atraviesa sierras, dehesas, campos de secano y montañas. ¿Qué ofrece? Lo habitual en las playas cantábricas que pusieron de moda el veraneo en el norte a finales del siglo XIX: aguas frescas (ideales para refrescar a aquella burguesía madrileña que escapaba de los calores de la meseta en los meses de verano); unas cuantas olas; el siempre interesante fenómeno de las mareas que suben y bajan; casi dos kilómetros de arena para caminar por la orilla y, muy importante, la fascinante ciudad que está tras ella.

4. Rutas del Emperador Carlos V: El Bañaero (Cuacos de Yuste, Cáceres, Extremadura)

Hablando de emperadores. Augusto no fue el único que pisó España. Hubo, mínimo, otro más. Fue Carlos V. De hecho, Carlos V gobernó el mayor imperio conocido de la historia y, entre esos territorios, estaba España. Es por ello por lo que el emperador visitó el país con frecuencia (vivía en Flandes) y eligiera un rincón apartado (muy apartado) del país para pasar sus últimos días. Las Rutas del Emperador Carlos V suben y bajan por los senderos y carreteritas que recorrió ese emperador en sus visitas por el país y, por supuesto, llegan hasta este rincón secreto: se llama el Monasterio de Yuste, en la provincia de Cáceres, en Extremadura, al este del país. A los pies del monasterio hay un pueblo, Cuacos de Yuste que tiene todo lo que se puede esperar de un emplazamiento tan especial: casitas serranas con entramado de madera, calles enrevesadas, algún edificio noble, un puñado de hermosas plazas (algunas porticadas), un órgano del siglo XVI (en el interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, claro) y, por supuesto, una piscina natural.

Esta responde al nombre de Bañaero, se encuentra en la parte baja del pueblo, a apenas 10 minutos caminando de los atractivos mencionados y es es una garganta natural por la que fluyen las aguas de las sierras que hacen de estos parajes un lugar tan abrupto. Esto quiere decir que el agua dulce corre fresca, tan fresca como es habitual (y necesario) en un lugar así, para combatir los rigores del verano o, ya puestos, para llevar a cabo un acto de valentía en primavera, otoño o, aun mejor, en invierno.

5. Caminos de Arte Rupestre Prehistórico: Playas de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai (Bizkaia, País Vasco)

Vivir ese contraste merecerá la pena.

Primero conocerás un espacio cerrado, muy cerrado, con más de 12.000 años de historia. Viaja a la localidad vizcaína de Kortezubi, se encuentra entre la histórica villa de Gernika y el estuario de Urdaibai. En una de las laderas del monte Ereñozar hay una cueva.  Adéntrate en ella, se llama la cueva de Santimamiñe y es una de las catedrales de la prehistoria vasca. Junto a su vecina (se encuentra a unos 150 kilómetros) de Altamira y otras covachas artísticas de la cornisa cantábrica fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En Santimamiñe hay mucho arte, algunas formaciones rocosas (estalactitas y estalagmitas) espectaculares y unos cuantos animales: medio centenar de ellos, entre bisontes, cabras, caballos o un oso, todo ellos pintados con algo tan simple como un carbón. La sala principal, la que más pinturas alberga, no se puede visitar por razones de conservación pero todo este arte puede conocerse gracias a una visita virtual. Santimamiñe es sólo una de las más de 100 cuevas de España que forman la familia de Caminos de Arte Rupestre Prehistórico.

Tras la oscuridad de la cueva, toca encontrarse con la luz de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, un vastísimo espacio natural en el que, esto es lo que nos interesa, hay unas cuantas playas más que interesantes: desde una playa surfera con una ola que tiene fans por todo el mundo (la de Laidatxu, en Mundaka) hasta un arenal que, cuando baja la marea, parece no tener fin, la de Laida, justo enfrente, en la otra orilla. A medio camino entre una y otra, está la intimista playita de San Antonio con su isla particular que, cuando hay bajamar, se puede llegar caminando.

 

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