1. Las casas más estrechas de España (y puede que de Europa)

Plasencia (Extremadura) y Valencia (Comunidad Valenciana)

No es  sencillo averiguar cuál es la casa con la estrecha de España. ¿Cómo se categoriza un récord así? ¿Hablamos de anchura en fachada o de anchura en planta? Sea cual sea el criterio, dos de las viviendas más reivindicadas en lo que a plusmarcas estrechas se encuentran en dos localidades insignes de Rutas Culturales de España.

Una de ellas se ubica en la cacereña plaza Mayor (en confluencia con la calle de los Quesos) de Plasencia, villa de la Ruta Vía de la Plata. Tiene tres plantas (más una buhardilla), supera por poco el metro de anchura y el hecho de encontrarse en el interior de unos soportales mengua su capacidad de impacto. Por cierto, una curiosidad: el edificio completo (claro, cada planta es demasiado estrecha como para acoger una única vivienda) lleva varios años a la venta por 140.000 euros.

La otra joya se encuentra en Valencia, ciudad histórica del Camino del Cid, en el número 6 de la céntrica plaza Lope de Vega, en el barrio de Santa Catalina. No es una casa angosta cualquiera: la fachada tiene 107 centímetros de ancho y es considerada la más estrecha de Europa y una de las primeras de un hipotético ranking mundial.

El mástil de Tazones, listo para acoger rapes al viento.

2. Un pueblo de emperadores con el pescado al viento

Tazones (Asturias)

Tazones es un pueblo asturiano diminuto con una historia gigante. De hecho, vivió durante siglos de la caza de uno de los mamíferos más grandes del planeta, la ballena.

Pero si Tazones pasó a los anales de la historia de España fue por ser, en 1517, el primer pueblo del país que vio (y pisó) el emperador Carlos V (de ahí que sea un ‘punto caliente en las Rutas del emperador Carlos V) en su primer viaje desde Flandes. El desembarco no había sido planificado así: la culpa fue de una tormenta que desvió a su flota del destino inicial.

La localidad es, también, famosa por haber mimado y reivindicado el rape (o ‘pixín’, como se dice en asturiano) cuando, décadas atrás, pocos querían en su mesa un pez con aspecto de sapo. Por ello, cuando se visita Tazones no suele haber dudas a la hora de elegir segundo plato.

Quien visite el pueblo encontrará un mástil de madera en uno de los accesos al puerto. Con suerte, en el mástil habrá uno o varios rapes desollados que, parece, han sido abandonados. ¡No los cojas! ¡Tienen dueño! Son piezas de restaurantes cercanos que los dejan aireándose y secándose al sol para que pierdan agua, su carne se compacte y puedan cocinarse mejor.

 

3. Un dolmen tan puntual como un reloj

Trigueros (Huelva)

¿Recuerdas aquella escena de ‘En Busca del Arca Perdida’ en la que Indiana Jones espera a la salida del sol para que los rayos de éste le indiquen, en una maqueta, la situación exacta del Arca de la Alianza?

Algo muy similar, puede incluso que mejor, ocurre dos veces al año (si las nubes no lo impiden) en los equinoccios de primavera (marzo) y otoño (septiembre) en el Dolmen de Soto, en la localidad onubense de Trigueros y una de las paradas de Caminos de Arte Rupestre Prehistórico. 

El dolmen es uno de los monumentos megalíticos más impactantes de Europa, está fechado entre el año 3000 y el 2500 a.C. y cuenta con uno de los corredores más grandes de España, con 21 metros de largo y un ancho que llega a tener 3,10 metros).

El tamaño de este corredor no hace sino engrandecer este acontecimiento solar: en la segunda quincena de septiembre, al amanecer, tiene lugar este fenómeno por el que los rayos del sol atraviesan limpiamente el corredor e inundan de luz la cámara.

 

4. El regreso de los Hombres de Musgo

Béjar (Salamanca)

Quien se acerque a Béjar, en el corazón de la Ruta Vía de la Plata, descubrirá que, en uno de los extremos occidentales del pueblo, en la ronda de Viriato, se levanta una escultura, cuanto menos, peculiar. Se trata de una figura humana corpulenta y rechoncha, cubierta por un traje verde de aspecto escamoso. Porta en una de sus manos un basto (uno muy similar a los de la baraja española) que apoya en su hombro. La figura podría haber salido de una película o un comic de Marvel.

Nada más lejos de la realidad: aunque su nombre parezca una creación de Stan Lee, el Hombre de Musgo es una ancestral tradición bejarana que hunde sus raíces en el siglo XII. Fue entonces cuando Béjar fue reconquistada por los cristianos tras cinco siglos bajo dominio árabe.

¿Cómo?  Gracias a unos soldados que, cubiertos de musgo a modo de camuflaje, hicieron creer a los musulmanes que, al no haber enemigos a la vista, podían abrir las puertas de la muralla. El engaño funcionó, Béjar pasaría a formar parte del reinado de Alfonso VII de Castilla y agradecería a los héroes su hazaña con esta escultura y una celebración durante el Corpus.

Ventana del numero 10 de la avenida de José Solís de Cabra bajo la cual se encuentra un ejemplar de fósil ammonites.

5. Los fósiles liberados de Cabra

Cabra (Córdoba)

Para la siguiente curiosidad nos tenemos que remontar a una época en la que la localidad cordobesa de Cabra no existía. No había nada, ni siquiera una piedra romana. Ocurrió hace muchos, muchísimos millones de años, cuando, en vez de la ciudad, lo que había era un llano a los pies de la sierra cordobesa de Cabra. Ambos lugares (la llanada y la montaña) estaban cubiertos por un mar, el de Tetis. Sí, un mar, un océano.

En sus aguas vivían seres vivos que, al fallecer, quedaron adheridos e inmortalizados a las piedras calizas del fondo marino donde durmieron durante (más) millones de años.

¿Qué pasó después? Que llegó el momento de construir Cabra (una de las etapas de la ruta Caminos de Pasión) y los mármoles rojos y otras piedras de la sierra vecina fueron extraídas y trabajadas. Con ellas se levantaron viviendas, palacios y se esculpieron ornamentos con tan buena suerte que, las criaturas del Paleozoico quedaron ‘liberadas’.

Por ello, hoy en día es posible realizar una completa ruta por más de 12 puntos de Cabra en busca de esos fósiles repartidos por fachadas, suelos, escaleras o jardines. ¿Un ejemplo? La preciosa ammonites prisionera en la roca caliza pulida de la casa de la avenida José Solis número 10, justo debajo de una de las ventanas del bajo.

¿Cómo es posible vivir esta experiencia? En el Centro de Interpretación ‘Cabra Jurásica’ se puede conocer toda la teoría y, posteriormente, en las visitas guiadas, rastrear los tesoros.

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