Aviso: reportaje no apto para amantes de la velocidad. Rutas Culturales de España ha seleccionado cinco carreteritas repartidas por la geografía española. 

Para conducir con calma, con gusto, sin prisas, sin acelerones, disfrutando del paisaje y de las historias que éste tiene para contarnos.

El llano de secano que precede a la localidad pacense de Fuente de Cantos (que puede apreciarse al fondo).

 

1. Ruta Vía de la Plata: Carretera BA-067 entre Montemolín y Fuente de Cantos (Extremadura)

De dónde y hasta dónde: desde la localidad pacense (‘pacense’: dícese del natural de la provincia de Badajoz) de Montemolín hasta la vecina Fuente de Cantos.

Cuántos kilómetros: Apenas 15 kilómetros separan ambos pueblos a través de la carretera BA-067 casi recta. ¿Tiempo de conducción? No más de 15 minutos de trayecto sosegado.  Breve pero intenso.

Por qué:  Por experimentar un cambio radical del paisaje similar a viajar a dos continentes diferentes en solamente una quincena de kilómetros. Pasarás desde una dehesa de olivos y con leves accidentes geográficos (se trata de los últimos latigazos de Sierra Morena) hasta un llano de perfiles suaves, alfombrado por campos de secano y algún árbol solitario.

Origen: Montemolín, un pueblo al sur de Badajoz, próximo a la divisoria de Extremadura con Andalucía y (por esa misma razón) con una muy abultada historia de tribus y conquistadores. Sí, aquí se establecieron los romanos (la cercanía con la Vía Ruta de la Plata no es gratuita), los tartesos y los árabes que levantaron la alcazaba que puede observarse en la actualidad.

Destino: Fuente de Cantos, otro pueblo pacense vinculado a la agricultura y a la ganadería con un interesante patrimonio cultural. ¿Por ejemplo? La casa-museo del pintor barroco Francisco Zurbarán, que aquí nació o los yacimientos del poblado prerromano (y fortificado) de Los Castillejos.

¿Qué se come? Mucho, muy bien y con las materias primas que regala este paisaje. En este rincón de España se hace excelente aceite de oliva, jamones o panes y dulces, amén de la preparación de platos típicos como el gazpacho extremeño o guisos como la caldereta o la chanfaina.

 

2. Caminos de Pasión: Carretera A-333 entre Baena y Priego de Córdoba (Andalucía)

De dónde y hasta dónde: desde la localidad cordobesa de Baena hasta su hermana Priego de Córdoba.

Cuántos kilómetros: Unos 32 kilómetros de la que nos interesan los 15 últimos, desde el momento en el que abandonamos la carretera nacional N-432 y tomamos la autonómica A-333 hasta llegar a Priego de Córdoba.

Por qué: Andalucía tiene carreteras y paisajes que no se dan en ninguna otra parte de España, como esta que nos ocupa: un suave ascenso hacia el sur a través de un paisaje que, kilómetro tras kilómetro, gana colinas y peñas sin renunciar en ningún momento a  un damero de olivos ordenados geométricamente a ambos lados de la carretera. La gran ventaja del olivo es que no sólo se ve. También se huele. Y mucho, sobre todo en el arranque del otoño, cuando los frutos están maduros tras los calores del verano.

Origen: La ciudad milenaria (y no es una forma de hablar) de Baena, una villa idílica de casas blancas que se derraman desde un alto y que parece un archivo histórico al aire libre: sin necesidad de entrar a un museo se pueden ver restos romanos, musulmanes, arquitectura barroca o, durante la Semana Santa, las procesiones con cofrades judíos.

Destino: Priego de Córdoba, una mancha blanca que flota en el mar verde de los olivos y se abre paso entre las elevaciones de las Sierras Subéticas. Un pueblo con un abultado legado histórico y paisajístico: ¿iglesias barrocas? Tiene media docena de ellas ¿Castillo árabe? Arriba, en lo más alto. ¿Barrio laberíntico con vistas al más puro paisaje de la España sureña? Pregunte por el balcón del Adarve del barrio de la Villa.

¿Qué se come? En Andalucía es muy sencillo alcanzar la felicidad con lo más simple: una barra de buen pan y un poco de aceite de oliva virgen extra (que en Priego de Córdoba tiene Denominación de Origen Protegida). ¿Más? Deliciosos productos de la matanza del cerdo, repostería artesana y casera o los vinos, también con D.O. Montilla-Moriles.

El Puente de la Maza de San Vicente de la Barquera sobre la ría, punto de inicio y final del recorrido.

 

3. Rutas del Emperador Carlos V: Un recorrido circular con origen y destino en San Vicente de la Barquera (Cantabria)

De dónde y hasta dónde: desde San Vicente de la Barquera hasta San Vicente de la Barquera, una ruta circular sin apenas salir del término municipal de uno de los pueblos más bellos de Cantabria.

Cuántos kilómetros: Unos 15 kilómetros de conducción entre marismas, acantilados, praderas y playas inmensas a través de, principalmente, carreteras regionales (ida por la luminosa CA-236 y regreso por la sinuosa CA-131) y los paisajes típicos de norte de España.

Por qué: El Emperador Carlos V pasó por San Vicente de la Barquera en 1517, cuando todavía era un menor de edad que poco o nada conocía del país, España, del que era rey. Aquí permaneció 15 días pero no por placer sino a causa de una fiebre. En recuerdo a esos días de asueto cántabros, conduzcamos por las carreteras más próximas.

Origen: San Vicente de la Barquera, pueblo pescador arracimado junto a una colina, a orillas de una ría que cambia radicalmente según la hora del día (la culpa es de las fuertes mareas del Cantábrico) y rodeado por un repertorio de playas de todo tipo, tamaño y condición. Tiene el tamaño perfecto para pasearlo y las cuestas suficientes para abrir el apetito. Sólo buscando la foto perfecta ya se puede pasar una mañana entretenidísima: el selfie desde el mirador de la iglesia de Santa María o el castillo.

Destino: Aunque regresaremos al mismo San Vicente, nuestro destino es la playa de Oyambre, un gigantesco arenal del litoral Cantábrico, paraíso para surfistas, para quienes no disfrutan de las aglomeraciones y para los amantes de la Historia: sobre ella aterrizó el primer vuelo trasatlántico europeo en 1929. Pregunte por la rocambolesca hazaña del Pájaro Amarillo. Si no la recuerdan (raro sería), haga lo mismo con Shakira. Pregunte por ella pues, también, ha pasado por aquí en un par de ocasiones para surfear olas.

¿Qué se come? Casi mejor es preguntar qué no se come. San Vicente es un paraíso para catar la mejor cocina marinera del Cantábrico. Puede que el emperador Carlos V no tuviera cuerpo para homenajes lo que no impide que el viajero moderno pruebe una de las deliciosas bandejas de marisco o el sorropotún cántabro, un delicioso guiso a base de patata, cebolla y bonito. ¿Para qué más?

Al fondo, allá en lo alto, la ciudad soriana de Medinaceli desde los páramos próximos a Layna, en los kilómetros finales de la ruta.

 

4. Camino del Cid: Una amalgama de carreteritas regionales entre Sigüenza y Medinaceli (Castilla-La Mancha y Castilla y León)

De dónde y hasta dónde: desde la villa guadalajareña de Sigüenza hasta la soriana de Medinaceli. Dos pueblos con muchísimo encanto, con muchísimo monumento, de dos provincias y comunidades diferentes, separadas por un puñado de kilómetros y unidas por los pasos del Cid Campeador.

Cuántos kilómetros: Sólo 25 kilómetros separan Sigüenza de Medinaceli pero nosotros daremos un rodeo para seguir los pasos del mismísimo Cid por estas tierras fronterizas, entre valles de secano, páramos inhóspitos y algún vergel. La ruta, completa y detallada, se encuentra aquí.

Por qué: Porque la España de interior se caracteriza por una serie de bondades que aquí se concentran, casi, en su totalidad: carreteras solitarias, multitud de paisajes y ecosistemas en pocos kilómetros, monumentos centenarios casi en cada pueblo y dos joyas históricas en sus extremos: las citadas Sigüenza y Medinaceli. Promete castillos, catedrales, iglesias, arquitectura popular, restos romanos, esculturas góticas… El Cid sabía dónde ponía sus pies.

Origen: Sigüenza. Ciudad histórica con todos los complementos necesarios (catedral, castillo, barrio medieval…) para pasar un día quemando suela. De ella y de su plaza Mayor ya dijimos cosas muy hermosa en otra entrada de nuestro blog.

Destino: Medinaceli, que un poeta llamó ‘La ciudad del cielo’. ¿Por qué? Por (casi) nada: desde Medinaceli se ve todo: el cielo castellano, el importantísimo cruce de los caminos que van y vienen por los cuatro puntos cardinales, las colinas (que parecen volcanes) que riegan el paisaje… y si se quiere, se puede enmarcar todo a través de un arco romano que lleva 20 siglos en pie. ¿Más lujos? Adquirir repostería artesana en alguna de sus tiendas o visitar el poderoso castillo que, en la actualidad, es un cementerio.

¿Qué se come? La España de tierra adentro esconde una de las gastronomía más sabrosas y juguetonas del país. En este trayecto en el que chocan dos grandes tradiciones la oferta culinaria es astronómica: carne de caza, embutidos, tradición setera, pasión por la miel, devoción por la dulcería tradicional (las yemas de Sigüenza, por ejemplo), cocina pastoril (donde las migas nunca fallan) y un tesoro soriano que hay que reivindicar siempre que se pueda: su mantequilla.

Fin del trayecto: los lagos de Covadonga, rodeados de peñas rocosas, dan la bienvenida al viajero.

 

5. Caminos de Arte Rupestre Prehistórico: desde un dolmen cristianizado en Cangas de Onís hasta los lagos de Covadonga

De dónde y hasta dónde: desde la localidad asturiana de Cangas de Onís hasta uno de los techos del Principado y lugar emblemático de las vueltas ciclistas a España: los lagos de Covadonga. Entre medio, el santuario de Covadonga en el que, la tradición dice, se inició la Reconquista de España… en la que, por cierto, también participó el Cid recién mencionado.

Cuántos kilómetros: Poco más de una veintena de kilómetros separan Cangas de los lagos pero se supera un desnivel importante: más de 1.000 metros por lo que el coche se enfrentará a fuertes pendientes y, en los tramos finales, curvas cerradas por una carretera estrecha.

Por qué: Porque merece la pena comenzar el viaje en uno de los monumentos prehistóricos más llamativos y únicos de España: el dolmen de la Santa Cruz, una construcción funeraria del año 4.000 antes de Cristo que, en el siglo pasado, se cubrió con una ermita cristiana. ¿Más razones? Porque merece la pena acabar el recorrido en el paisaje yermo y minimalista de los lagos de Covadonga.

Origen: Cangas de Onís, pueblo histórico asturiano y con una importante tradición turística en el que no hay que perderse su puente romano (con la emblemática Cruz de la Victoria), la citada ermita que sacraliza el dolmen de culto pagano, su iglesia o los numerosos restaurantes y tiendas en los que poder dar fe de la extraordinaria (y copiosa) gastronomía asturiana.

Parada intermedia /y obligatoria): El Santuario de Nuestra Señora de Covadonga es un rincón emblemático de la historia (legendaria o no) de España. Un lugar de extraordinaria belleza natural al que las mano humana  ha dotado de una magia especial que puede experimentarse en la Santa Cueva.

¿Qué se come? En Asturias se come entre bien y muy bien. Eso no es una novedad porque ocurre en casi toda España. El factor diferencial asturiano (aparte de la calidad) radica, en muchos casos, en la contundencia de sus platos y la generosidad de las raciones: lo averiguarán quienes caten la mítica fabada, el pote asturiano, sus carnes de vacuno, lo rieguen con sidra o finiquiten la comida con un postre como las casadiellas.

 

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