No es ningún secreto que España es un país de castillos. Rutas Culturales de España es un buen ejemplo: sus cinco itinerarios esconden un (muy) buen puñado de ellos. Seleccionamos cinco y los desnudamos.

1. Castillo de Gormaz (Soria, Castilla y León)

Dónde: En el corazón de una colina del pueblo de Gormaz, en la provincia de Soria, en el corazón de Castilla, la tierra a la que dedicaron sus versos algunos de los mejores poetas españoles. ¿Más datos? Desde lo alto se domina todo el valle del Duero, el río histórico que muere en Oporto, Portugal.

Por qué visitarlo: ¿Tal vez porque se trata de la mayor fortaleza de Europa? Gormaz no es un castillo más. Gormaz es una herida del paisaje, un gran murallón que viste un cerro solitario con más de 1.200 metros de paredes que llevan diez siglos señoreando el horizonte. Desde lo alto, todo se ve: los pinares del norte, el Duero que serpentea y los campos de secano (dibujados con escuadra y cartabón) del sur. Fue obra de un estado poderoso, seguramente de los amires y califas omeyas de Córdoba que, desde la fortaleza, controlaban el territorio y podían planear incursiones más al norte. Quien visita Gormaz, pasea por su interior, recorre los trescientos y pico metros que tiene el ancho del recinto y se asoma a sus barrancos comprende la historia.

No hay que perderse: Hay una fotografía que todo el mundo saca porque no hay otro remedio: es como si los canteros e ingenieros árabes fueran conscientes de la belleza yerma de Castilla y decidieran acotarla. La imagen es aquella que enmarca los campos de Castilla (que parecen un cuadro de arte abstracto, que cambian de color todos los meses, todos los años) a través por la puerta califal.

Una curiosidad: Sí, el Cid estuvo aquí y se puede seguir sus pasos gracias al Camino del Cid. También se metió en algún otro lío al defender a los pobladores de Gormaz pero esa es otra historia. El caso es que, tras décadas de ataques, intentos y fracasos, la fortaleza cayó en manos del rey leonés Fernando I en 1059. Éste delegaría en Rodrigo Díaz de Vivar la custodia de la fortaleza. Así, se sabe con certeza que el Cid estuvo aquí, se imagina que pasó por el puente de diez ojos (y origen romano) que sortea el Duero y, seguramente, algún rezo practicó en el lugar en el que se levanta la ermita románica de San Miguel. Esta guarda en su interior una pila bautismal tan minimalista, tan contemporánea que parece una escultura del siglo XX.

Accesos a las Cuevas del Ajedrezado

2. Castillo de Arnedillo (La Rioja)

Dónde: En la entrada del municipio balneario de Arnedillo, en un valle estrechísimo que se adentra en un paraje montañoso, recorrido por el río Cidacos, en la comunidad de La Rioja, una tierra de fama mundial por sus vinos.

Por qué visitarlo: Porque representa una realidad muy palpable en el país de los mil castillos: en España hay tantos que es imposible hacerse cargo de todos. La fortaleza de Arnedillo ha conocido tiempos mejores y ahí radica su encanto. Se trata de un edificio, en otra época, inexpugnable, adherido a una ladera de pendiente imposible que hoy lucha contra el abandono. Sirvió para proteger la entrada del valle hace muchos, muchos siglos (su existencia está historiada desde el siglo XII), vivió unas cuantas escaramuzas y el paso del tiempo (y las necesidades municipales) ha convertido una de sus alas en… cementerio municipal.

No hay que perderse: Dejar el coche aparcado en el pueblo y acudir caminando hasta él, entre arboledas y bajo puentes de piedra. Así de sencillo. La Vía Verde del Cidacos pasa a unos metros, no hay excusa tampoco para acercarse en bicicleta.

Una curiosidad: un valle estrecho es sinónimo de protección. Así, no extraña que el valle del Cidacos lleve siglos siendo habitado. Una de las pruebas más estimulantes de ello son las Cuevas del Ajedrezado, en la cercana pedanía de Santa Eulalia Somera. Las covachas sirvieron de hogar a los primeros eremitas cristianos (que vivieron en los siglos V al VIII), de lugar de rezo (como prueba la diminuta iglesia paleocristiana) y de receptáculo de formidables historias: ¿se guardaron aquí las reliquias de Santa Eulalia, martirizada por los romanos en el siglo III? Quién sabe… Toda la información sobre éste y otros enclaves de La Rioja Rupestre la encontramos de la mano de Caminos de Arte Rupestre Prehistórico.

3. Castillo de Benavente (Valladolid, Castilla y León)

Dónde: En un promontorio sobre una llanura muy fértil, lugar de encuentro de hasta tres ríos (el Órbigo, el Esla el Tera). Está en la localidad vallisoletana de Benavente, en un extremo de Tierra de Campos, la gran meseta de secano que caracteriza el corazón de España.

Por qué visitarlo: Porque es una prueba más de la variedad paisajística de la Ruta Vía de la Plata en su recorrido Norte-Sur por España; es la transición entre las montañosas y verdes tierras del norte y los dominios del cereal que ocupan gran parte del centro de la Península Ibérica. No es raro que ya en el siglo XII, los repobladores cristianos detectaran la importancia de este cerro para construir un alcázar que acabaría siendo la envidia de los reinos de León y Castilla. De aquel ‘Castillo de la Mota’ sólo queda la torre que puede verse en la actualidad: una fortalecilla gótico-renacentista que, cuando hubo paz, se llenó de jardines, fuentes y esculturas, y fue sustituyendo las ventanas arpilleras por los detalles decorativos. La transformación de fortaleza guerrera a mansión palaciega se completó hace unos años: en la actualidad la torre del antigua alcázar acoge las instalaciones de un Parador de Turismo.

No hay que perderse: O puede que sí haya que perdérselo porque los restos que los romanos dejaron a su paso por Benavente y sus alrededores no han sido, todavía, desenterrados. Pero estar, estuvieron, por supuesto y, en el futuro, estarán. La ciudad se llamó Brigaecium y las excavaciones para dar con ella de forma fehaciente siguen adelante: los últimos estudios la sitúan al noreste de Benavente. Sería una urbe junto al río Esla, extensa, con calles sinuosas, viviendas y termas.

Una curiosidad: Aunque la torre del castillo acoge un alojamiento de Paradores, es posible conocer su interior, asomarse a sus ventanas para contemplar sus vistas (esta es la perspectiva del valle que tenían quienes defendían el fortín), tomar un aperitivo en el bar y deleitarse con el artesonado de madera traído desde el desaparecido convento de San Román del Valle.

Vistas desde el castillo de Utrera.

4. Castillo de Utrera (Sevilla, Andalucía)

Dónde: En un cerro natural, dominando el corazón mismo de la villa sevillana de Utrera (declarado Conjunto Histórico-Artístico) y la vaguada que se extiende hasta (casi) la desembocadura del mítico río Guadalquivir.

Por qué visitarlo: Porque lleva demasiados siglos guerreando contra el tiempo como para ignorarlo; porque se integra a la perfección en la trama urbana de la villa; por su situación privilegiada; por sus panorámicas envidiables sobre las casas encaladas de Utrera, porque tiene unos cuantos vecinos de lujo (la parroquia de Santiago, el Convento de la Purísima Concepción…); porque a sus pies se gestó la cultura del flamenco y en sus ganaderías se creó la mezcolanza de razas que daría pie al toro bravo (también llamado toro de lidia) para los espectáculos taurinos; porque en sus muros resuenan los tañidos de las famosas campanas de Utrera. ¿Hace falta seguir?

No hay que perderse: Su torre del Homenaje, cabeza visible del conjunto amurallado, levantada sobre los restos de una antigua torre árabe, destruida en el siglo XIV por Muhammed V de Granada y olvidada hasta prácticamente anteayer, cuando fue restaurada y recuperada. En su interior, un pequeño e interesante museo que recupera la historia de la fortaleza y de las torres fronterizas de la banda morisca que salpican el término. Si se tiene la suerte de visitar el pueblo en los meses de verano, sería una excelente idea enterarse de la programación cultural que acoge el Patio de Armas. El espacio es idóneo para asistir a un concierto, una representación teatral o la proyección de una película.

Una curiosidad: Al abultado currículum (flamenco, toros, los famosos campaneros…) de Utrera hay que sumar la honda devoción con la que se vive la Semana Santa. La localidad es una de las diez etapas de Caminos de Pasión, el itinerario cultural que recorre las localidades del corazón de Andalucía en las que se vive más intensamente estas celebraciones. ¿Qué ofrece la Semana Santa de Utrera? Una conjunto de sensaciones inmateriales (olores, silencios, los desgarrados tonos de las saetas, los cantes de madrugá…) que se suman al poderío de los pasos (ver a la Virgen de los Dolores ataviada de negro es una estampa que nunca se olvida), el  trabajo de las hermandades y un pueblo entero entregado a la más vistosa y artística devoción religiosa.

5. Medina del Campo (Valladolid, Castilla y León) 

Dónde: En la villa de Medina del Campo, en la provincia de Valladolid, en una encrucijada de caminos, carreteras y vías férreas de la meseta. El Castillo de la Mota guarda desde las alturas (en realidad, desde una pequeña colina) el valle del río Zapardiel.

Por qué visitarlo: Porque es un ejemplo perfecto de otro tipo de castillo existente en España: una fortaleza ligada al nacimiento de Medina y cuyos cimientos se hunden diez siglos atrás en la Historia que, sin embargo, se encuentra restaurado y recuperado como si los constructores hubieran acabado ayer mismo la obra. Fue construido a mediados del  siglo XV, sirvió de fortaleza, cárcel (aquí han pernoctado huéspedes ilustres como César Borgia o Hernando Pizarro) y archivo de la Corona. Los Reyes Católicos se encargaron de ponerle la guinda: bajo su mandato se construyó el gran foso que circunda la construcción, la gran barrera defensiva y la galería de tiro subterránea.

No hay que perderse: Cuando el castillo llevaba poco más de medio siglo finalizado, en 1557, el emperador Carlos V pasó por Medina del Campo. Aunque el destino final no era esta villa (sino el monasterio de Yuste, donde le esperaba la jubilación), su visita dejó huella, vaya si dejó huella. Para conmemorar su último paso (y su última estancia en el palacio renacentista de Dueñas, todavía en pie), Medina del Campo celebra anualmente  la ‘Llegada de Carlos V a Medina del Campo el 5 de noviembre de 1556’, una fiel y colorista recreación histórica del acontecimiento. ¿Más información? En Rutas del Emperador Carlos V, por supuesto.

Una curiosidad: En realidad, las curiosidades son muchas. Fue uno de los primeros castillos de Europa en adaptar sus muros y huecos de fachada al uso de la artillería; amén de contar con un intrincado sistema de galerías subterráneas y una torre caballero de 40 metros de altura, unas dimensiones muy poco habituales. Aun así, a pesar de su reverso guerrero, la fortaleza también tuvo espacios residenciales y albergar detalles delicados de sumo interés artístico como el tríptico flamenco ‘La Virgen con el Niño entre ángeles músicos’, del siglo XV; una puerta mudéjar o la sobriedad decorativa de la capilla.

 

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